Llegamos al terminal y tomando un taxi llegamos rápidamente a la universidad. Me impresiona de inmediato el tamaño de la universidad. Tomamos desayuno compartiendo la mesa con una familia chiclayana; escucho que repiten una y otra vez “que pequeño que es Chiclayo”.
Estoy nervioso, o tengo frio; no sé exactamente lo que me pasa, mis manos tiemblan acompañadas de mis músculos en el pecho y el estomago; no es algo que pueda controlar. Sin embargo eso no le importaba a mi padre, lo que a él le importaba es no pasar vergüenza de verme temblar descontroladamente frente a las demás personas. Un café me ayuda a superar los temblores y los escalofríos. Pero de a ratos volvían los temblores y mi padre me mandaba una mirada fulminante. Al final no aguantó y me dijo “quieres dejarte de tonterías”.
Me sentía intimidado por esa familia; habían venido todos; Mamá, Papá e hijo. No recuerdo cuando fue la última vez que yo viví un ambiente similar a este, pero sé que no fue hace poco. La última y la única foto que tengo con mi padre y mi mami fue hace 8 años y desde hace mas de tres que había vuelto a ver esa foto, sin embargo queda grabada en mi memoria.
Mis padres son divorciados y en los últimos años he vivido con mi papá y su esposa, juntos tuvieron un hijo, al que quiero como a cualquiera de mis hermanos, y compartía el cuarto con él. Aún dentro de esta nueva familia era difícil encontrar armonía y momentos familiares, siempre había problemas, podían pasar dos o tres semanas sin que algún problema se presentara. Un sábado podíamos pasar un lindo día familiar en un mall, y el domingo que le sigue nadie conocía a nadie dentro de la casa.
La primera parte del itinerario era una charla hacia los jóvenes acerca de la importancia de los valores; el tiempo previo a ésta lo paso con mi padre sentado junto a él esperando que todo empiece, el nerviosismo o escalofrió no abandona mi cuerpo, este sentimiento recio a dejarme me atormenta nuevamente, toma posesión de mi cuerpo una vez más y mi padre no tarda en notarlo y con un rencoroso “ya basta” saca a notar su verdadera personalidad. La silueta de un amigo mío se muestra a la distancia, y pidiendo a unos cuantos que se corran un asiento logramos sentarnos juntos. El discurso fue buenísimo, todos (padres e hijos) lo disfrutaron.
Llega el momento de separarme de mi padre, el recorrerá la universidad con el resto de padres, mientras yo tomare clases modelo de derecho. Soy guiado por alumnos de la universidad hacia el campus donde pasare 4 horas introduciéndome al arte jurisprudencial.
Cuando llegué al aula salude con firmeza y carácter a los ponientes -cosa que creo que animo a los otros atrás mío a hacer lo mismo- ellos respondieron mi saludo con un amigable “hola”. Las palabras de los expositores captaban con firmeza nuestra atención, estaba excitado con la clase. Y ponía mis 5 sentidos en ella, me apasionaba la carrera y ellos solo incitaban mi pasión.
No pude pensar en otra cosa que no sea mi carrera por las próximas 4 horas; reuniéndome con dos amigos (un amigo y una amiga) de mí ciudad empezamos a discutir sobre las clases, los profesores y la infraestructura; aunque la verdad los tres moríamos por estudiar acá.
Fueron momentos muy agradables pero los tres teníamos hambre, y muchísima hambre, buscamos una mesa donde ubicarnos y poder seguir nuestras bromas y conversas; encontramos una mesa vacía donde ubicarnos y esperar. Pasaba el tiempo y nada empezaba, veo a mi padre acercarse y sentarse junto a mí, debo admitir que sentí cierta vergüenza al inicio pero supe afrontarlo y aceptarlo, la familia del desayuno se une en la mesa y más tarde que nunca la mamá de mi compañero. Estábamos completos en esta mesa: La familia feliz (del desayuno), Lucho y su Mamá, Yuliana, mi Papá y yo.