domingo, 27 de septiembre de 2009

"Con Su Vestido a Cuadrillé"

¡Papi. Papi! ¿Cómo conociste a mi mami? –preguntó Luciana mirando fijamente a su padre, lo miraba con aquellos ojos de ternura y admiración que sentía por su padre.

Álvaro miró a su pequeña hija de apenas seis años y vio en ella esos ojos curiosos que tanto le gustaban en su esposa. Levantó la mirada tratando de recordar, se tocó la barbilla y se sentó en el sillón más pequeño –ese que se encuentra mirando la chimenea que en ese momento irradiaba el calor de las últimas brazas de la leña- levantó a Luciana con fuerza y la sentó en sus piernas dándose cuenta que su pequeña niña había subido de peso; su pequeño ángel estaba creciendo, en marzo entraría al colegio y el podía recordar el glorioso día en que la sostuvo en sus brazos por primera vez; diminuta y gordita con la cara roja y los ojos entreabiertos mirándolo con cariño.

Ay mi amor fue hace ya mucho tiempo, yo tenía dieciséis años y tu Mamá quince –le dijo recordando el momento en que se conocieron, aunque el tiempo había pasado y había corroído muchos de sus recuerdos él no podía olvidar los momentos que pasó con ella- era el cumpleaños de tu tía Paula y yo fui a visitarla dándome con la sorpresa de que todas sus amigas estaban en su casa. Mi tía, la mamá de Paula, me invito a pasar y comer lasaña; yo me moría de hambre pues no cené ese día.

¿De mi madrina Paula? ¡Ella me fue a recoger al nido hace días y me dijo que te diga que la llames al celular hoy mismo! –dijo Luciana interrumpiendo la historia y mirando apenada a Álvaro.

Bueno amor, luego de comer la lasaña mis tíos me pidieron que cuide a todas las amigas de Paula porque ellos iban a salir; y entre todas las amigas de Paula estaba tu mami. Recuerdo que desde que la vi me gustó, tu mamá era muy simpática y se portó muy amable conmigo; creo que eso fue lo que hizo que me guste tanto.

Días después conseguí el Messenger de tu mamá –papi Claudia y Lucia ya tienen Messenger y me han dicho que me cree uno, pero yo no quiero porque pienso que soy muy chiquita para tener uno; a mí ni me gusta jugar en la computadora (dijo Luciana interrumpiendo a su padre)- Jajaja, ay mi amor eres única, te amo mi niña –le dijo Álvaro a su hija mirándola enamorado, él la amaba demasiado y nunca dejaría de hacerlo- bueno, pues tu mamá y yo conversamos mucho y todos los días, al poco tiempo me llego a gustar mucho y yo a gustarle mucho. Pasado un corto tiempo ella y yo ya éramos enamorados.

Las brazas de la chimenea charrasqueaban y saltaban quebrando el vacio fónico que dejó Álvaro cuando recordó ese momento. Con la mirada Álvaro regresó al pasado viéndose a sí mismo de la mano con su esposa.

Luciana anda a ponerte pijama mientras yo recojo la mesa, cuando bajes te sigo contando, si es que quieres -dijo Álvaro sonriendo.

Ya papi –respondió Luciana levantándose de un salto y poniendo las manos en su cintura, levantando el pecho y profiriendo una sonrisa de oreja a oreja mirando los ojos de su padre- ahorita bajo ¡no te vayas a ir!

Álvaro le sonrió y empujó en dirección a las escaleras; la vio subir las escaleras apresuradamente y una vez que le perdió de vista se dispuso a recoger la mesa de la cena: dos platos, dos tenedores, dos cuchillos, dos vasos y dos pisitos. Dejó todo en el lavatorio de la cocina y se puso los guantes para lavar el servicio.

Estaba terminando de secar los cuchillos cuando sintió unas pequeñas manos jalándole la camisa. “Ya termino Luciana espérame un momento en la sala” dijo Álvaro volteando ligeramente la cabeza para poder ver a su hija.

Mientras secaba el último tenedor pensó en la suerte que tiene de tener a Luciana con él, no sabría como vivir sin ella. Tenía todo lo que quería cuando estaba con ella.

Cuando regresó a la sala vio a Luciana acurrucada en el sillón mediano, se había quedado dormida esperándolo. Ese era el sillón favorito de Luciana; siempre se echaba en él a colorear sus libros o hacer su tarea, todas las tardes dormía una hora exacta, de 4 a 5pm, en ese sillón.

Álvaro al verla con su pijama rosa, los ojitos cerrados y una sonrisa en el rostro no quiso moverla; era una escena hermosa: su bella hija durmiendo alumbrada solo por el naranja rojizo de las brazas en la chimenea. Pero como padre sabía que no podía dejarla ahí; por lo que suavemente la levanto en sus brazos y la llevó hacia su cama.

Bajó a la sala nuevamente para apagar las últimas brazas que todavía habitaban la chimenea y subir a dormir, ya era tarde y el sueño le cerraba los ojos, al acercarse a la chimenea prefirió quedarse despierto un momento más y esperar que se apagasen por sí solas; le gustaba el silencio que llenaba la casa, y el sonido ocurrente de una chispa que salta para extinguirse en el aire. Finalmente el sueño lo venció y pasó la noche sentado y mirando la chimenea.

domingo, 6 de septiembre de 2009

"La Vida Por Una Sonrisa" (parte I)

Vengan, vengan y siéntense ¿están cómodos? Los que tengan que ir al baño vayan ahora, no quiero que se levanten mientras cuento la historia. Quiero silencio, cállense por favor solo yo hablaré. Muchas gracias por venir.

Esta no es una historia de amor con final feliz; es más bien una historia de superación, una historia sobre la amistad, la confianza y la sinceridad.

Antes de empezar me gustaría preparar sus mentes; quiero que por un momento cierren los ojos un momento y piensen en esa chica que los hace suspirar, los hace soñar, los hace cantar e incluso a algunos los hace escribir. Quiero que la vean y la sientan con ustedes, quiero que la miren con los ojos del corazón, los ojos que no necesitan de lentes para poder verla a lo lejos.

Bueno ya que vuestra chica esta con ustedes creo que será el momento de empezar, no olviden que esta historia muy posiblemente es, fue o será la vuestra en algún momento.

Todo comienza una tarde de esas donde no hace mucho calor ni mucho frío, una tarde donde el viento va en coche en vez de correr, una tarde donde el sol calienta los corazones pero no los cuerpos, una tarde donde todo puede pasar.

Los algarrobos bailan y los sueños cantan, un olor a felicidad se siente en el aire, y las sombras le sonríen al sol. Miren ahí, ese es nuestro chico, él es nuestro protagonista; es un placer presentarles a Vicente.

¿Quién es Vicente? Bueno él es, como ya dije, nuestro protagonista; les diré algo más acerca de él: es un muy sincero chico, vive de la mano de sus ideales, que sabe apreciar una buena amistad, un chico tranquilo que comprende el valor de una sonrisa, un chico que piensa con la cabeza y habla con el corazón.

¡Miren hacia allá! ¡Rápido! Ella es nuestra protagonista, Claudia, una chica que, si bien no se admira ante una sonrisa de la manera que Vicente lo hace, posee la sonrisa más linda que Vicente llegaría a ver en su vida.

¿Increíble verdad? Así es como sucede, llámenlo como quieran destino o suerte, lo importante es lo que sucede. Por un lado Vicente camina hacia Claudia y por el otro Claudia camina hacia Vicente.

Si bien Claudia era una chica que robaba suspiros y rompía cuellos con su belleza tenía mucho más por apreciar, no era una chica como otras, pero la dura capa de perfección física que la rodeaba no permitía que los chicos que la cortejaban viesen realmente quien era ella.

Sin embargo Vicente tenía la personalidad ideal para poder comprenderla, para ver en aquellos lugares dentro de Claudia que otras personas nunca vieron, no porque Claudia no lo permitía, sino más bien porque no les interesaba realmente quien sea.

Cuando Vicente vio a Claudia delante suyo se sintió duramente intimidado, y profundamente encantado al verla lanzarle una sonrisa, no una sonrisa coqueta, ni una sonrisa de incomodidad, sino una sonrisa que uno lanza sin pensarlo a alguien que realmente no conoce y no comprende porque le sonríe, una sonrisa reflejo.
Claudia pasó de largo dejando al pobre chico sintiendo su dulce aroma, deseando volver a sentir un aroma como ese, que penetra rápidamente la nariz para llegar al corazón, que recorre tu cuerpo causando una sensación cálida y tranquilizante pero al mismo tiempo idiotizante.

Con la boca entreabierta del asombro Vicente llegó al departamento de Rafael, y con palabras poco comunes en él expreso todo lo que sintió cuando vio a nuestra indudablemente bella y maravillosa Claudia.

Por un lado Vicente sabía apreciar el valor de una sonrisa, y por el otro lado Claudia sabía sonreír y robar un sin numero de sonrisas. De no haber conocido a Claudia la sonrisa favorita de Vicente hubiese sido todavía la de Juan Pablo II; Claudia había conseguido penetrar el corazón de Vicente con tan solo dos segundos y ninguna palabra.