Era tan bella, nunca la había visto de esta manera, no podría describirla pero podría explicarles lo bello que fue verla, me sentí lleno, completo como si solo verla me llenara el alma, mi corazón latía rápidamente y no quería bajar el ritmo, se sentía maravilloso.
Ella era sin duda la sonrisa más perfecta que hubiera visto en mi vida, pude ver en ese cuadro de fotografía una historia que estaría llena de vida, esta sonrisa no era como las otras, esta sonrisa era completa, no era una sonrisa que uno lanza cuando no sabe que hacer, era un sonrisa que muestra el esfuerzo que le tomo tenerla en el rostro, no era algo vano que todos hacen por compromiso, era una sonrisa con sentimiento, le sonreía el alma.
Pero no fue solo la sonrisa lo que me impacto, sino fue también la portadora de tan encantadora sonrisa; no sé que edad tenia, yo le ponía unos 70 u 80 años, su tez era oscura, quemada por el poderoso sol, su rostro mostraba las arrugas en su cara y su pelo era canoso, no era muy alta, a lo mucho me llegaba al pecho.
Ella sola además de cargar con los años, cargaba también con una caja de fruta, sus brazos eran delgados y se veían débiles, sin embargo ella sola cargaba la caja de frutas, ¡ella sola con todos los pesares de la edad todavía tenía fuerzas para seguir trabajando! Me sentí como un idiota, poniéndome mal por algo y volviéndome inútil, me rendí, me tire al pesimismo, di todo por hecho; todavía hay mucho por hacer, no puedo caer tan rápidamente.
Seguí caminando pero con algo más de ganas, apure un poco el paso y fui por todas las calles que no conocía, no quería perderme, quería conocer nuevos lugares, salir de mi contexto diario que son siempre las mismas calles, quería ver más.
Y camine y camine, siempre inmerso en mis pensamientos y mirando la ciudad. Y no deje de caminar.
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