Papi, papi levántate, tengo que ir al nido –dijo Luciana interrumpiendo el sueño de su padre- ¿has dormido aquí? ¡Papi eso no te hace bien! ¡Pudiste haberte resfriado! Y si tú te vas yo no sé lo que haría. Te quiero mucho –agrego Luciana abrazando a Álvaro y dejando escapar una lágrima que se deslizó por su mejilla hasta perderse en el vacio llegando solo a escucharse el sonido de su eclosión al golpear el suelo- nunca me dejes.
Álvaro estaba orgulloso de su niña y la abrazó con mucha ternura, su corazón latía fuertemente calentando su pecho mientras sus ojos trataban de impedir que las lágrimas hablen por si solas.
-¡Mi amor no pienses eso! Yo nunca te dejaría, voy a estar siempre a tu lado aún cuando te avergüences de mí con tus amigos o cuando te vuelvas una jovencita rebelde y espesa; y si te pareces a tu madre lo serás.
-Está bien papi, confío en ti –le respondió Luciana limpiándose la cara con la manga del buzo.
Vamos a la cocina petisa –dijo cargándola y dándole un beso en la mejilla que todavía guardaba la sal de sus lágrimas- ¿Qué te apetece desayunar?
Lo que tú quieras desayunar, ahora soy grande y quiero comer como grande –agrego Luciana mostrando su sonrisa donde los protagonistas eran sus prominentes dientes (y la falta de uno de ellos)- ¿Qué vas a desayunar tú?
Yo voy a desayunar, déjame ver, jugo de papaya; leche con nesquick; tostadas y huevos revueltos –dijo Álvaro sabiendo que aunque a él nunca le gusto el nesquick, gusto que su hija había heredado, esa era la única forma en la que su pequeña hija tomaría un buen desayuno- ¿tu quieres lo mismo verdad?
No puedo –dijo sonriendo y señalando un espacio donde debería de encontrarse un diente- se me salió un diente.
Entonces en vez de tostadas pan del día, anda a la puerta y trae el pan –agregó mientras indicaba con un gesto la puerta.
Álvaro se puso el mantel, puso el pan de molde en la tostadora, sacó una sartén y se puso a preparar los huevos revueltos. Mientras tanto Luciana ponía la mesa y el pan fresco en la panera. Luego Luciana se sentó y se dedicó a mirar a su padre con admiración.
-Ayer soñé con mi mami.
-Yo también soñé con ella.
-No recuerdo su rostro, al menos no cuando quiero hacerlo, pero en mis sueños puedo verla y hablar con ella.
-Eras muy pequeña mi vida, pero hay muchas fotos de ella, las hemos visto miles de veces.
-Lo sé, lo sé pero igual no puedo recordarlo aunque acabe de ver las fotos. No sé qué me pasa papi.
-No te pasa nada, es solo que aun eres muy pequeña y tu memoria no está muy desarrollada.
-¡Eso no es cierto ya! Soy grande, además yo siempre que pienso en ti te recuerdo perfectamente. No creas que me olvidé que me estabas contando de mi mami y como se conocieron.
Luciana era una niña muy astuta, había aprendido a leer a los cuatro años y le encantaba que su padre le leyera el periódico. Es por eso que Luciana conocía palabras que adultos nunca habían escuchado; además de ser muy inteligente y muy culta para su edad. En el nido la maestra le había recomendado a Álvaro que la lleve al colegio, pero Álvaro prefería que ella vaya a primer grado con niños de su edad. Aunque ciertamente él se sentía aterrado al pensar que su hija iría al colegio tan pronto, era muy sobreprotector pero sabía controlarlo; el carácter de su esposa lo volvió un hombre prudente.
¿Dónde me quede? –pregunto pese a recordar perfectamente donde se había quedado- pásame un plato hondo para servir.
¡Toma! Te quedaste en que ustedes conversaron mucho, se querían mucho y se volvieron enamorados –dijo Luciana haciendo lustre de su espléndida memoria. Mientras que su padre servía los huevos revueltos.
¡Ah! Cierto. Aunque no lo creas tu padre era todo un galán y habían muchas otras chicas a las que les gustaba –dijo soltando una risa culpable, él sabía que exageraba un poco, o mucho- pero eso no cambió que tu madre terminaría conmigo a los pocos días- Luciana, mi vida, anda preparando tu leche y mi leche mientras yo corto la papaya.
¿Cuántos días papi? –preguntó Luciana mostrándose compasiva mientras vertía la leche en dos jarros, les ponía azúcar y nesquick.
Solo tres hijita, pero en esos tres días yo llegue a querer a tu madre como a ninguna otra chica. Y creo que pude haber luchado por ella y haberla recuperado; pero por orgullo y pedantería no lo hice. Pasamos mucho tiempo sin hablar y yo conocí a una chica, pero no fue tan influyente en mi vida como lo fue tu madre.
Pese a no ser amigos, ni a hablar con tu madre, yo siempre estaba al tanto de que esté bien, de que sea feliz. Algunas veces veía sus fotos con tu tía Paula y se me escapaba un suspiro –agregó Álvaro sonrojándose frente a su hija al mismo tiempo que agregaba el agua y la papaya a la licuadora.
-El sonido de la licuadora creó un “vacio sordo” en el que Álvaro aprovecho para prepararle un pan a su hija, pese a lo lista que era aún no había aprendido a cortar el pan. Puso el pan de su hija en un plato y se sirvió una tostada con mantequilla en la base (que se derritió rápidamente) y huevo sobre ella-
-Ay papi apágala –gritó Luciana tapándose los oídos- no te escucho bien papi.
-Ya amor –respondió Álvaro mientras servía el jugo en dos vasos y los llevaba a la mesa- tómatelo todo, rapidito.
-¡Ya está! Ahora sigue contándome.
De pronto el día de mi cumpleaños tu mami me saludó con mucho énfasis y durante esos minutos todos los sentimientos por ella, que nunca se fueron, revolotearon con fuerza dentro mío. Yo tenía enamorada y trate de hacer caso omiso de los gritos de mi corazón.
3 comentarios:
me gusta, pero desearía q la termines pronto...
Me encanto la escena de la conversación en la cocina, sin duda Luciana es una niña muy inteligente, y mezclas esa intelegencia con su dulzura y astucia, lo cual me parece bueno. Aunque aún no logro entender muy bien el meollo del asunto, estas por muy buen camin. Consejo: Nunca pierdas el suspenso y esa magia que se debe tener para mantenernos a los lectores despiertos.
Atte. Luis
terminalaa mierdaaa! jaja
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