Hoy día impulsado por mi libido adolecente y mi curiosidad infantil fui parte de un ritual nuevo para mí, aunque por la cantidad de gente que participa de este juego puedo decir que no es algo que se haya dado recientemente; también puedo agregar que parecía ser algo sumamente entretenido o satisfactorio para estos recurrentes personajes.
Se preguntaran ¿A dónde ha ido este webon? La verdad es que visite una discoteca algo diferente, algo que para mí no existía, una discoteca diurna. Me refiero a una discoteca que empieza su jornada laboral – contraria a los estereotipos de estas- desde la tarde. Con el sol en sus rostros los clientes esperan pacientemente pasar por el umbral hacia este vigorizante escenario; aunque con apenas un nuevo sol puedes “despistar” a la seguridad e ingresar a la fila en una posición algo favorable.
Al vislumbrar la intransitable acera que bordea la discoteca, note ciertas cosas. La primera era la diversidad étnica, cultural y social de los frecuentadores; era increíble la mezcla de estos. Lo segundo en abordar mi pensamiento fue: “yo no voy a hacer esta fila de mierda”.
Una vez en la puerta note que la seguridad era exhaustiva, guardias intimidantes te revisaban escudriñando los más profundos rincones de tu cuerpo, conocido, posiblemente, solo por tu progenitora madre.
Note al entrar que los astutos empresarios dueños de este emporio de la diversión habían pensado en las necesidades de su poco escrupuloso público y colocado en la entrada un estante para supervisar las pertenencias que el público encargue. Esto debido –creo yo- a que la mayor parte de los clientes, forman parte del sistema educativo, no necesariamente como educadores, y evitan sus deberes con este.
Les contare mi experiencia. Cuando entre no note nada distinto a otro antro; al pasar los minutos divise un circulo formado por un grupo de personas, donde los hombres culeaban a las chicas de la forma más fresca que me pude imaginar, y las chicas no parecían oponerse a esto; es más ellas parecían contentas con el jugueteo sexual, iban de arriba abajo, acompañadas de un ligero pero poderoso movimiento posterior. Quise desviar la mirada para no incomodar a los protagonistas de esta irregular escena; sin embargo al voltear a mi derecha pude ver a una joven prácticamente dando cabezazos al suelo, sujetándose de la barra; algo que no entiendo es si la usan como soporte para no caerse o simplemente lo hacen para excitar a su pareja.
[Voy a tratar de ser directo, veraz y crudo al decir esto, era deplorable y decepcionante el poco aprecio por de los hombres hacia el género femenino. Pero peor aun era la falta de respeto consigo mismas de las mismas chicas; sinceramente no entiendo cómo es que ellas, por si solas, buscan patéticamente el menosprecio. ¿Son tan cojudas e imbéciles de dejar que un extraño, un ser ajeno a su vida las manosee y sobetee por un mero placer sexual? Por favor reaccionen, que mierda les pasa, quiéranse un poco, respétense. No estoy diciendo que sean merecedoras de la santidad, solo trato de decir “no dejen que se aprovechen de ustedes”.]
Atine en sacar a bailar a una chica, se veía simpática y algo reservada. Y al llegar a la pista de baile (codeándonos con el público, al punto de posiblemente provocar uno o más hematomas) le pregunto su nombre y moviéndome, con esa peculiar rigidez que me representa al momento de bailar, le pregunto ¿Cómo te llamas? Me dijo “C” y lentamente se volteo; yo sentí su suave cuerpo masajeando a mis más sensibles y allegados “amigos”, fueron muchas las cosas que pasaron por mi mente ese momento, pero debido a la lujuria no las recuerdo. Recuerdo que no sabía que hacer, no era la primera vez que bailaba con una chica de espaldas, pero si era la primera vez que una chica parecía querer matar con sus glúteos mis genitales. Le pregunte su edad y me sorprendió, me dijo que tenía 14 años. Es increíble que una chica de 14 años pueda actuar de esa manera.
Seguí bailando con ella; soy hombre (aunque no me justifica) e hipócritamente actué como aquellos que me ven criticando; no me arrepiento, porque una vez en mi casa, con ayuda del agua fría, logre analizar la situación y darme cuenta de mis errores; no sé si volveré a actuar así, pero les prometo que intentare no hacerlo.
Quiero terminar haciendo un pedido a todos aquellos fieles a estos lugares:
¡¡¡Por favor usen desodorante!!!
Se preguntaran ¿A dónde ha ido este webon? La verdad es que visite una discoteca algo diferente, algo que para mí no existía, una discoteca diurna. Me refiero a una discoteca que empieza su jornada laboral – contraria a los estereotipos de estas- desde la tarde. Con el sol en sus rostros los clientes esperan pacientemente pasar por el umbral hacia este vigorizante escenario; aunque con apenas un nuevo sol puedes “despistar” a la seguridad e ingresar a la fila en una posición algo favorable.
Al vislumbrar la intransitable acera que bordea la discoteca, note ciertas cosas. La primera era la diversidad étnica, cultural y social de los frecuentadores; era increíble la mezcla de estos. Lo segundo en abordar mi pensamiento fue: “yo no voy a hacer esta fila de mierda”.
Una vez en la puerta note que la seguridad era exhaustiva, guardias intimidantes te revisaban escudriñando los más profundos rincones de tu cuerpo, conocido, posiblemente, solo por tu progenitora madre.
Note al entrar que los astutos empresarios dueños de este emporio de la diversión habían pensado en las necesidades de su poco escrupuloso público y colocado en la entrada un estante para supervisar las pertenencias que el público encargue. Esto debido –creo yo- a que la mayor parte de los clientes, forman parte del sistema educativo, no necesariamente como educadores, y evitan sus deberes con este.
Les contare mi experiencia. Cuando entre no note nada distinto a otro antro; al pasar los minutos divise un circulo formado por un grupo de personas, donde los hombres culeaban a las chicas de la forma más fresca que me pude imaginar, y las chicas no parecían oponerse a esto; es más ellas parecían contentas con el jugueteo sexual, iban de arriba abajo, acompañadas de un ligero pero poderoso movimiento posterior. Quise desviar la mirada para no incomodar a los protagonistas de esta irregular escena; sin embargo al voltear a mi derecha pude ver a una joven prácticamente dando cabezazos al suelo, sujetándose de la barra; algo que no entiendo es si la usan como soporte para no caerse o simplemente lo hacen para excitar a su pareja.
[Voy a tratar de ser directo, veraz y crudo al decir esto, era deplorable y decepcionante el poco aprecio por de los hombres hacia el género femenino. Pero peor aun era la falta de respeto consigo mismas de las mismas chicas; sinceramente no entiendo cómo es que ellas, por si solas, buscan patéticamente el menosprecio. ¿Son tan cojudas e imbéciles de dejar que un extraño, un ser ajeno a su vida las manosee y sobetee por un mero placer sexual? Por favor reaccionen, que mierda les pasa, quiéranse un poco, respétense. No estoy diciendo que sean merecedoras de la santidad, solo trato de decir “no dejen que se aprovechen de ustedes”.]
Atine en sacar a bailar a una chica, se veía simpática y algo reservada. Y al llegar a la pista de baile (codeándonos con el público, al punto de posiblemente provocar uno o más hematomas) le pregunto su nombre y moviéndome, con esa peculiar rigidez que me representa al momento de bailar, le pregunto ¿Cómo te llamas? Me dijo “C” y lentamente se volteo; yo sentí su suave cuerpo masajeando a mis más sensibles y allegados “amigos”, fueron muchas las cosas que pasaron por mi mente ese momento, pero debido a la lujuria no las recuerdo. Recuerdo que no sabía que hacer, no era la primera vez que bailaba con una chica de espaldas, pero si era la primera vez que una chica parecía querer matar con sus glúteos mis genitales. Le pregunte su edad y me sorprendió, me dijo que tenía 14 años. Es increíble que una chica de 14 años pueda actuar de esa manera.
Seguí bailando con ella; soy hombre (aunque no me justifica) e hipócritamente actué como aquellos que me ven criticando; no me arrepiento, porque una vez en mi casa, con ayuda del agua fría, logre analizar la situación y darme cuenta de mis errores; no sé si volveré a actuar así, pero les prometo que intentare no hacerlo.
Quiero terminar haciendo un pedido a todos aquellos fieles a estos lugares:
¡¡¡Por favor usen desodorante!!!
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