viernes, 7 de noviembre de 2008

"Un whisky y Alejandra" (parte I)


Era un día caluroso de verano y yo sentía aquel llamado que todo joven en cierto momento de su madurez siente, aquel llamado que uno no puede ignorar, aquel llamado a dormir hasta altas horas de la tarde.

Hoy tenía una reunión en la casa de un amigo, el principal invitado era Johnnie Walker y creo que iría de negro esta noche. No sé exactamente que celebrábamos, quizás era el cumpleaños de alguien; no lo sé, no me importaba yo quería reunirme y chupar, quería que mi sangre al ser destilada se pueda obtener suficiente alcohol para curar todas las heridas de los infantes en un jardín de niños.

Fue esto lo que me animo a levantarme a duras penas de mi cama, eran las seis de la tarde y tenía que comer algo antes de ir, de lo contrario el trago me cogería como un cazador a su presa; y por supuesto no podía ser el pollo que se pique primero.

Arrastro los pies hasta la cocina y busco en ella algo para satisfacer mi hambre, no encuentro nada excepto una bolsa de cereales Angel azucarados, regreso a mi cuarto y, después de encender el play y coger el mando, me echo en mi cama. Cuando termino mi bolsa de cereal veo que ya son las ocho, dejo el mando y entro en la ducha; al poco tiempo que entro, aun con el shampoo en la cara, mi celular suena y yo lo contesto apurado:

-Broer vas a venir ¿o no?
-Sí, me estoy bañando al toque voy.
-Ya chévere.
-¿Qué están tomando?
-Ahora nada, falta plata para el pozo.
-Ya de aquí voy.

Me baño rápidamente, me cambio y lavo los dientes; en 10 minutos estoy listo para salir. Las escaleras se vuelven una pista de carreras y obligo al taxista a acelerar violando una o dos señales de transito.

Al llegar a la casa veo lo aburrido que todo se había tornado, nadie decía nada y el ron pasaba rápidamente por las manos de todos. Habían por lo menos unos 7 chicos y unas 5 chicas, bueno que se va a hacer: ¡¡¡ a chupar se ha dicho!!!

Luego de saludar a todos me siento al lado de Alejandra, he conversado con ella un par de veces en el colegio, me parecía una buena chica: alegre, amable, reservada y tranquila. Entablo rápidamente una conversación con ella, las palabras fluyen con una inimaginable fluidez (aunque no sé si todo lo que decíamos tenía coherencia); hablábamos sobre todo: el colegio, los amigos, nuestros planes, el amor y el sexo.

No fue hasta que por fin llego el trago a nuestros cerebros que no hablamos de sexo, la jarra de ron llego a mí y mi mano temblaba por el peso; ella dijo “mano de pajero” y rio. Creo que fue esa frase la que empezó nuestra muy ardiente conversación. Entre opiniones y confesiones pasamos la siguiente media hora, hasta que ella se levanto para ir al baño.

Cuando ella se levanto un amigo mío, con pasos largos e inseguros, se sienta a mi lado y me susurra al oído:

-¿y que fue?
-¿Con qué?
-Ya sabes no te hagas.
-¿Con Alejandra?
- Si pes hueveras. Llevan toda la noche coqueteando y ya está borracha.
-Anda huevon, no pasa nada con ella.
-Ya, ya, ya.

Esas palabras me dejaron pensando, pensaba muy fuertemente en Alejandra y lo bien que me había caído; repasaba las conversaciones buscando señales o indirectas por parte de ella; pero no encontraba nada fuera de lo común.

Alejandra llego y él se paro, con un tono burlón dijo “siéntate”. Alejandra me pregunto por él, por lo que me había dicho, le explique lo que él me dijo pero esterilizando un poco sus palabras. Esperaba el rechazo de Alejandra, sin embargo sus palabras me emocionaron y sorprendieron: “tiene razón”.

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