sábado, 8 de agosto de 2009

"Quince Minutos y Adiós" parte II



En las películas siempre dicen que antes de morir uno ve su vida pasar ante sus ojos, al oír esta frase mi vida paso delante mío, vi todo lo que había pasado con ella en el pasado, me vi a mí hablando con mis patas diciendo que debía olvidarla.

Pese a saber lo que realmente me pedía yo llevé mis labios hacia su frente y con gentileza los hundí en su piel, al separarse una frase acompaño el momento, una frase que salió desde adentro mío, “te quiero”.

Ella cerró un poco los ojos y susurro “ahí no, más abajo”. Mi rostro recorrió el suyo hasta que mis labios se encontraron con los suyos, sin embargo no podía tocarlos, ni siquiera podía mover los labios; tenía miedo, miedo al dolor, ya había pasado por esto, más de una vez. Todo lo que sentía dentro de mí salió en una frase: “Tengo miedo”.

Su dulce voz toca mis oídos con una pregunta: ¿de qué? Y nuevamente mi mente volvió a fallar en un momento como este, no recuerdo la estúpides que dije, solo recuerdo lo que agregue luego que sus labios tocaron los míos.

“A que me rompas el corazón” fue lo que le dije, tenía mucho miedo a que me rompa el corazón, a salir lastimado, a tener que obligarme a olvidarla. Pero sus palabras me tranquilizaron, palabras que penetraron en mi pecho vendando las heridas, "no tengas miedo que no lo haré".

Mis labios se perdieron con los suyos, se perdieron en un beso que supero el tiempo y el espacio, un beso que llevó a la luna en una bicicleta, un beso que supo quedarse en mí.

Su mano acariciando suavemente mi rostro permitió que nazca dentro mío confianza en ella suficiente para permitirme creer que por al menos estos quince minutos a su lado, ella en verdad me quería.

“te extrañe”, “te quiero”, “no voy a lastimarte” y “confía en mi” fueron frases seductoras, estratégicamente utilizadas para ilusionarme, dicha con el tono perfecto de voz, acompañadas de la mirada más sinceramente actuada que jamás haya visto.

Pero no me importaba, yo ya había usado las frases, ya había aprovechado el tono de voz y la mirada en el pasado, sé cuando alguien no es sincero al decir algo.

Pero por esos quince minutos a su lado, yo quería creerlo, yo quería pensar que era verdad, que yo era el chico que ella quería, que en verdad me extrañó, que en verdad me quiere, que no va a lastimarme. A mí no me importaba si ella en verdad pensaría en mí el día de mañana, si ella me extrañaría cuando tenga que volver a Piura, a mi no me importaba cuanto me fuera a doler la realidad.

Lo que a mí me importaba es: que por un instante, tan corto como un cuarto de hora, yo podría ser el chico que ella quería de verdad. Fueron quince minutos y adiós… bienvenido a la realidad.

1 comentario:

Luis dijo...

Brother pisa tierra firme, y anda tranquilo;