-Papi ¿me sigues contando de mi mami?
-Bueno, tenemos tiempo hasta el almuerzo. A ver, que pasó después, ah sí tu madre y yo volvimos a ser enamorados tras varios meses de estar atrás de ella. Tuvimos una relación muy buena pese a vivir en ciudades diferentes; aunque claro eso no nos exime de haber tenido nuestras discusiones y nuestros problemas. Pero sin duda supimos afrontar todo aquello que nos pasaba.
-Si vivían lejos ¿cómo hacían para verse?
-Yo viajaba frecuentemente a verla y tu madre cada que podía se escapaba para verme.
Me gustaba mucho como se arriesgaba para poder estar conmigo, tu madre siempre fue muy temeraria y no temía arriesgarse por aquello en lo que creía. Pasó el tiempo y logramos cumplir nuestro primer año de enamorados, fue un año muy bello lleno de lindas experiencias, aunque también de algunas malas.
-¿Malas experiencias? ¿A qué te refieres?
-Veras mi vida, en el primer año como enamorados tu mamá y yo tuvimos una muy dura pelea; ella terminó conmigo y decidimos conjuntamente no seguir con lo que teníamos, sin duda esto me dolió pero fue lo que tu madre quería para nosotros.
-¿y cómo se amistaron?
-Varios meses después de esa pelea fue la fiesta de graduación de tu tía Paula y yo fui como su pareja; tu tía se veía hermosa, estaba preciosa y me sentí muy honrado de ser yo a quién eligiera como su acompañante. En esta fiesta yo volví a ver a tu mamá; la recuerdo perfectamente, es la imagen más bella que tengo de ella, es una imagen que nunca se borrara de mi cabeza. Tu madre llevaba un vestido a cuadrillé hermoso, sin duda fue la chica más linda de toda la noche. Esa noche yo volví a sentir todo lo que sentía por ella y nada podría evitar que atravesase el salón sólo para decirle cuanto la extrañaba. Y lo hice, a un paso algo acelerado pero firme recorrí ese salón, desviando todas las miradas hacia mí. Sus amigas, los padres y las profesoras observaban atentamente lo que yo iba a hacer. Y tu madre me veía estupefacta, no podía moverse, sabía que yo sería capaz de cualquier cosa por más vergüenzas que me cause. Me pare frente a ella mientras todos miraban en silencio esperando ver con claridad cuál sería mi próximo movimiento. La mire a los ojos y no necesite palabras para saber que ella me había extrañado y me quería. Yo la tomé de la mejilla y acerque mi rostro al de ella, y suavemente la besé. Sus amigas gritaron de la emoción al otro lado del salón mientras yo suspiraba y le decía “te quiero”.
-¿y no le dio roche? Porque todos los vieron besarse, yo no dejaría que alguien me haga pasar esa vergüenza.
-Jajaja eres igualita a tu madre. Le dio muchísimo roche, pero sabía que sería peor hacer un escándalo frente a todos. Pero eso no me salvó de un duro regaño, cuando estuvimos solos me dijo que era un idiota.
Álvaro se quedó callado y sacó a relucir una sonrisa mientras recordaba con agrado los hechos. Caminaron juntos de las manos hacia las afueras del salón para poder conversar un momento. Cuando estuvieron solos ella cerró las manos y le metió un par de golpes en el pecho mientras le decía que era un verdadero idiota.
Eres un idiota ¿Cómo se te ocurre hacer algo así? –Le pregunto mientras lo miraba reprochándolo y se tocaba la frente expresando su frustración- Ahí estaban mis papas, mis amigas y mis profesoras. Todos nos vieron y tú estás tan normal, como si nada hubiese pasado. Dios que vergüenza, no sé cómo se te ocurren todas esas cosas. Siempre haciendo tus tonterías, siempre actuando sin pensar y siempre siendo tan lindo. Gracias Álvaro, sé que soy difícil de tratar y tú haces tantas cosas por mí. Te amo.
Esa fue la primera vez que Álvaro la escucho decirle eso, su corazón saltó de alegría y la abrazó con fuerza. Suspiró y con mucho orgullo en la voz le dijo: Yo también te amo.
viernes, 30 de octubre de 2009
martes, 20 de octubre de 2009
"Con Su Vestido a Cuadrillé" (Quinta Parte)
Encendió el auto y estiró la mano para encender la radio; sonaba “kiss me”- the cramberries; rápidamente recordó aquel segundo primer beso.
Álvaro la había ido a ver y pasaron un tiempo escuchando música y conversando -Álvaro se sentía ligeramente atemorizado ante ella, la veía perfecta, hermosa y encantadora; sin obviar que le fascinaba el perfume que llevaba puesto, luego de un año sin verla no había olvidado ese perfume que tanto lo enamoró por primera vez- el celular de Álvaro sonó, era su mamá.
Por estos tiempos e incluso más tarde Álvaro llamaba “Madre” a su mamá –no por formalismos sino porque un día empezó a decirle de ésta manera para molestarla y rápidamente se volvió una costumbre en él- y contesto llamándola de ésta manera.
Su esposa empezó a molestarlo diciéndole que le diga “mami” porque madre sonaba muy feo, todo esto mientras Álvaro tenía el celular pegado al oído.
Sin otra solución a la vista y con un apresurado movimiento Álvaro la beso buscando que guarde silencio. Acto muy efectivo que la mantuvo sin palabras durante los siguientes minutos (incluso una vez terminada la llamada).
Lo primero que dijo luego del beso fue: ¿por qué lo hiciste?
A lo que Álvaro respondió: Porque llevo horas queriendo besarte, llevo días pensando en tus labios, llevo meses soñando contigo y llevo un año sin hacerlo. Discúlpame si fue errado de mi parte, pero necesitaba que sepas que todavía te quiero y que no te he olvidado.
El sonido de los autos atrás suyo indicando que la luz volvía a estar en verde alarmó a Álvaro; quién aceleró y en pocos minutos llegó a su oficina, era pequeña, nada muy lujoso pero era un lugar donde él se sentía cómodo.
Mientras tanto en el nido Luciana se encontraba sobre una de sus compañeras con las manos en su blusa y lagrimas en los ojos. Había perdido la serenidad que hace días guardaba tras las crueles bromas que frecuentemente le gastaban sus compañeras.
La profesora llego algo tarde, Luciana había tomado un gran mechón de cabello de su compañera y no dejaba de llorar mientras los demás niños la miraban asustados. La profesora tomó a Luciana y la sentó en una silla mientras su asistente auxiliaba a la niña que entres llantos se tocaba la pequeña zona sin pelo que Luciana le había dejado al lado izquierdo de su cabeza.
-¿Qué ha pasado Luciana? Tú no eres así, sabes que los golpes no llevan a ningún lado –dijo la profesora mientras limpiaba con su mandil las lágrimas de Luciana- discúlpame pero tendré que llamar a tu padre para que te recoja.
Luciana no quiso decir nada, prefería guardar silencio a admitir que actuó mal –cosa que heredó de su madre- y pasar la vergüenza que para ella significaba pedir disculpas.
Media hora más tarde Luciana veía a su padre hablar con la directora y mirar de reojo a su hija, veía como Álvaro asentía con la cabeza y la directora movía las manos interpretando a Luciana durante el acontecimiento.
Regresaban ambos en silencio cuando Luciana miró a Álvaro con lágrimas en los ojos y le dijo: Ya no quiero volver a ese nido, cámbiame a otro donde no hayan niñas tan tontas.
Amor no puedes tomar esa decisión sólo porque tuviste un altercado con una niña, tienes que aprender a enfrentar los problemas y no a huir de ellos; en la vida pasaran muchas cosas que no nos gusten, sin embargo no vamos a dejar de vivirla por problemas que al fin y al cabo son pasajeros –le dijo a su hija con un notable tono de ternura en su voz- ¿puedes contarme exactamente lo que pasó?
-No papi, eso ya pasó y no quiero que volvamos a hablar de eso. Vamos a la casa y te invito un jugo de caja bien helado.
A Álvaro no le quedó más remedio que manejar hasta su casa donde se sentó en la alfombra frente a la chimenea que mostraba las cenizas del día anterior y esperar hasta que Luciana le traiga un jugo de caja del refrigerador.
Álvaro la había ido a ver y pasaron un tiempo escuchando música y conversando -Álvaro se sentía ligeramente atemorizado ante ella, la veía perfecta, hermosa y encantadora; sin obviar que le fascinaba el perfume que llevaba puesto, luego de un año sin verla no había olvidado ese perfume que tanto lo enamoró por primera vez- el celular de Álvaro sonó, era su mamá.
Por estos tiempos e incluso más tarde Álvaro llamaba “Madre” a su mamá –no por formalismos sino porque un día empezó a decirle de ésta manera para molestarla y rápidamente se volvió una costumbre en él- y contesto llamándola de ésta manera.
Su esposa empezó a molestarlo diciéndole que le diga “mami” porque madre sonaba muy feo, todo esto mientras Álvaro tenía el celular pegado al oído.
Sin otra solución a la vista y con un apresurado movimiento Álvaro la beso buscando que guarde silencio. Acto muy efectivo que la mantuvo sin palabras durante los siguientes minutos (incluso una vez terminada la llamada).
Lo primero que dijo luego del beso fue: ¿por qué lo hiciste?
A lo que Álvaro respondió: Porque llevo horas queriendo besarte, llevo días pensando en tus labios, llevo meses soñando contigo y llevo un año sin hacerlo. Discúlpame si fue errado de mi parte, pero necesitaba que sepas que todavía te quiero y que no te he olvidado.
El sonido de los autos atrás suyo indicando que la luz volvía a estar en verde alarmó a Álvaro; quién aceleró y en pocos minutos llegó a su oficina, era pequeña, nada muy lujoso pero era un lugar donde él se sentía cómodo.
Mientras tanto en el nido Luciana se encontraba sobre una de sus compañeras con las manos en su blusa y lagrimas en los ojos. Había perdido la serenidad que hace días guardaba tras las crueles bromas que frecuentemente le gastaban sus compañeras.
La profesora llego algo tarde, Luciana había tomado un gran mechón de cabello de su compañera y no dejaba de llorar mientras los demás niños la miraban asustados. La profesora tomó a Luciana y la sentó en una silla mientras su asistente auxiliaba a la niña que entres llantos se tocaba la pequeña zona sin pelo que Luciana le había dejado al lado izquierdo de su cabeza.
-¿Qué ha pasado Luciana? Tú no eres así, sabes que los golpes no llevan a ningún lado –dijo la profesora mientras limpiaba con su mandil las lágrimas de Luciana- discúlpame pero tendré que llamar a tu padre para que te recoja.
Luciana no quiso decir nada, prefería guardar silencio a admitir que actuó mal –cosa que heredó de su madre- y pasar la vergüenza que para ella significaba pedir disculpas.
Media hora más tarde Luciana veía a su padre hablar con la directora y mirar de reojo a su hija, veía como Álvaro asentía con la cabeza y la directora movía las manos interpretando a Luciana durante el acontecimiento.
Regresaban ambos en silencio cuando Luciana miró a Álvaro con lágrimas en los ojos y le dijo: Ya no quiero volver a ese nido, cámbiame a otro donde no hayan niñas tan tontas.
Amor no puedes tomar esa decisión sólo porque tuviste un altercado con una niña, tienes que aprender a enfrentar los problemas y no a huir de ellos; en la vida pasaran muchas cosas que no nos gusten, sin embargo no vamos a dejar de vivirla por problemas que al fin y al cabo son pasajeros –le dijo a su hija con un notable tono de ternura en su voz- ¿puedes contarme exactamente lo que pasó?
-No papi, eso ya pasó y no quiero que volvamos a hablar de eso. Vamos a la casa y te invito un jugo de caja bien helado.
A Álvaro no le quedó más remedio que manejar hasta su casa donde se sentó en la alfombra frente a la chimenea que mostraba las cenizas del día anterior y esperar hasta que Luciana le traiga un jugo de caja del refrigerador.
viernes, 16 de octubre de 2009
"Con Su Vestido a Cuadrillé" (Cuarta Parte)
Álvaro vio como Luciana entraba al nido y una vez que la perdió de vista abrió la guantera del auto y sacó una cajetilla de cigarros que hace buen tiempo llevaba guardada; buscó en su pantalón un encendedor y sacó el zippo que tenía desde hace ya muchísimos años. Prendió el cigarro y manejo hacia la casa algo acelerado pues no tenía mucho tiempo como para alistarse para el trabajo.
Álvaro tenía la costumbre de tomar duchas largas pero hoy día debía apresurarse, no le gustaba llegar tarde; él siempre fue un vicio de la puntualidad. Se puso un terno antiguo que se notaba ligeramente gastado, era color caramelo y su corbata era marrón oscuro con líneas diagonales. Era la corbata que Luciana y su madre le regalaron el año pasado para el día del padre, él respondió con un fingido entusiasmo que solo su esposa reconoció –no por las puras había pasado tantos años a su lado- y más tarde esa noche recibiría uno de los reproches más duros de su vida.
-No puedo creer que no puedas aceptar un regalo de buena gana, si no te gustó pudieses haberlo dicho y no haber fingido tan vagamente que estabas alegre.
-Amor si me gusto la corbata está linda, y me gustó muchísimo más que hallas sido tú y Luciana quien me la hayan dado.
-Álvaro ¿tú crees que soy idiota? ¿Qué no me doy cuenta que estas mintiendo? A mí no me vengas con tus frases diplomáticas, ésta vez te pasaste.
-Amor entiende algo: Yo te amo y amo a Luciana, no me importa lo que me regalen yo soy feliz si viene de ustedes –dijo Álvaro mientras miraba a su mujer directamente a los ojos. Decía esto con sinceridad y nadie al verlo podría negar lo contrario- por favor no peleemos por estas cosas, tú sabes esto mejor que nadie.
-Si amor, supongo que tienes razón –con el tiempo ella había aprendido a ceder un poco, en un pasado fue siempre muy terca pues su palabra para ella era ley aunque estuviese equivocada. Álvaro la ayudo a crecer y madurar, él y Luciana eran una bendición que pensaba no merecía- vamos a dormir que me muero de sueño y tengo que llevar a Luciana al colegio mañana.
Terminó de anudarse la corbata con la mente todavía en otro lugar, para él no era fácil criar solo a Luciana; ni vivir esperando que un día su esposa vuelva con ellos y simular que nada hubiese pasado. Vivía con el temor de no poder perdonarla.
Álvaro tenía la costumbre de tomar duchas largas pero hoy día debía apresurarse, no le gustaba llegar tarde; él siempre fue un vicio de la puntualidad. Se puso un terno antiguo que se notaba ligeramente gastado, era color caramelo y su corbata era marrón oscuro con líneas diagonales. Era la corbata que Luciana y su madre le regalaron el año pasado para el día del padre, él respondió con un fingido entusiasmo que solo su esposa reconoció –no por las puras había pasado tantos años a su lado- y más tarde esa noche recibiría uno de los reproches más duros de su vida.
-No puedo creer que no puedas aceptar un regalo de buena gana, si no te gustó pudieses haberlo dicho y no haber fingido tan vagamente que estabas alegre.
-Amor si me gusto la corbata está linda, y me gustó muchísimo más que hallas sido tú y Luciana quien me la hayan dado.
-Álvaro ¿tú crees que soy idiota? ¿Qué no me doy cuenta que estas mintiendo? A mí no me vengas con tus frases diplomáticas, ésta vez te pasaste.
-Amor entiende algo: Yo te amo y amo a Luciana, no me importa lo que me regalen yo soy feliz si viene de ustedes –dijo Álvaro mientras miraba a su mujer directamente a los ojos. Decía esto con sinceridad y nadie al verlo podría negar lo contrario- por favor no peleemos por estas cosas, tú sabes esto mejor que nadie.
-Si amor, supongo que tienes razón –con el tiempo ella había aprendido a ceder un poco, en un pasado fue siempre muy terca pues su palabra para ella era ley aunque estuviese equivocada. Álvaro la ayudo a crecer y madurar, él y Luciana eran una bendición que pensaba no merecía- vamos a dormir que me muero de sueño y tengo que llevar a Luciana al colegio mañana.
Terminó de anudarse la corbata con la mente todavía en otro lugar, para él no era fácil criar solo a Luciana; ni vivir esperando que un día su esposa vuelva con ellos y simular que nada hubiese pasado. Vivía con el temor de no poder perdonarla.
viernes, 2 de octubre de 2009
"Con Su Vestido a Cuadrillé" (Tercera Parte)
Que linda mi mami, la extraño mucho – Luciana sabía que su padre la extrañaba también, pero él no lo decía nunca, no era necesario porque él pensaba que volvería un día de estos. Luciana lo pensaba también pero no con tanto énfasis con el que Álvaro lo hacía; él la amaba todavía.
El tiempo pasó y yo ya estaba en la universidad, por desgracia tuve que ir a estudiar a otra ciudad, aunque no fue una desgracia del todo porque ahí conocí muy buenos amigos como tu tío Rafael y tu tío Boris. En la universidad por causalidades del destino vuelvo a hablar con tu madre; y ella me contó que tenía enamorado, y parecía quererlo mucho.
Pasaron muchas cosas, yo empecé a sentir cositas de nuevo por tu mamá y tu mamá empezó a confundirse un poco por mí. Pasaron varias cosas y tu mami terminó con su enamorado; pero no pienses que fue por mí mi vida, terminaron por problemas que ellos tenían.
No importa papi, lo bueno es que ya no estaban y tú podías volver con ella y ser feliz a su lado y casarse ¡Y tenerme a mí! –exclamó con fuerza Luciana levantando los brazos y sonriéndole a padre; a quien noto algo nostálgico y apesadumbrado.
Jajaja, me alegras el día mi vida –le respondió Álvaro notando cuanto se parecía la sonrisa de Luciana a la sonrisa de su madre, era muy parecida a ella en lo físico; pero Luciana era otra persona diferente en lo que a actitud y virtudes respecta. Ella se parecía muchísimo a su padre en ese campo.
Álvaro terminó todo su desayuno menos la leche, no tenía ganas de tomarla pero tenía que hacerlo. Luciana tampoco había tomado su leche y la miraba de reojo esperando que su papá no se dé cuenta que ni siquiera la había probado.
-Bueno a la cuenta de tres tomamos la leche “seco y volteado”.
-¡Ya! ¡Uno, dos… tres! –ambos tomaron la leche rápidamente y al terminar hicieron un gesto de desagrado esperando que nadie se diese cuenta.
-¡Ya! ¡Levántate! Tengo que ir a dejarte al nido.
Luciana tomó su mochila, le dio la mano a su padre y salieron juntos por la puerta. El nido de Luciana quedaba cerca pero Álvaro la llevaba en auto por dos razones: le gustaba mucho manejar y a Luciana le gustaba mucho ir en auto.
Al llegar Álvaro noto que ningún padre se encargaba de llevar a su hijo; solo llegaban niños de la mano de las empleadas del hogar vestidas con sus mandiles blancos. Él nunca quiso contratar una después que su esposa se fuese, no por tacaño o desconfianza, porque él quería pasar la mayor parte del tiempo posible al lado de Luciana. Pensaba que de contratar una empleada del hogar perdería el contacto con su hija.
-Soy la única niña que viene con su Papá al nido, gracias papi –dijo la pequeña pero certera niña mientras cerraba la puerta del auto- te quiero mucho, me vienes a recoger.
-Yo también te quiero Luciana.
El tiempo pasó y yo ya estaba en la universidad, por desgracia tuve que ir a estudiar a otra ciudad, aunque no fue una desgracia del todo porque ahí conocí muy buenos amigos como tu tío Rafael y tu tío Boris. En la universidad por causalidades del destino vuelvo a hablar con tu madre; y ella me contó que tenía enamorado, y parecía quererlo mucho.
Pasaron muchas cosas, yo empecé a sentir cositas de nuevo por tu mamá y tu mamá empezó a confundirse un poco por mí. Pasaron varias cosas y tu mami terminó con su enamorado; pero no pienses que fue por mí mi vida, terminaron por problemas que ellos tenían.
No importa papi, lo bueno es que ya no estaban y tú podías volver con ella y ser feliz a su lado y casarse ¡Y tenerme a mí! –exclamó con fuerza Luciana levantando los brazos y sonriéndole a padre; a quien noto algo nostálgico y apesadumbrado.
Jajaja, me alegras el día mi vida –le respondió Álvaro notando cuanto se parecía la sonrisa de Luciana a la sonrisa de su madre, era muy parecida a ella en lo físico; pero Luciana era otra persona diferente en lo que a actitud y virtudes respecta. Ella se parecía muchísimo a su padre en ese campo.
Álvaro terminó todo su desayuno menos la leche, no tenía ganas de tomarla pero tenía que hacerlo. Luciana tampoco había tomado su leche y la miraba de reojo esperando que su papá no se dé cuenta que ni siquiera la había probado.
-Bueno a la cuenta de tres tomamos la leche “seco y volteado”.
-¡Ya! ¡Uno, dos… tres! –ambos tomaron la leche rápidamente y al terminar hicieron un gesto de desagrado esperando que nadie se diese cuenta.
-¡Ya! ¡Levántate! Tengo que ir a dejarte al nido.
Luciana tomó su mochila, le dio la mano a su padre y salieron juntos por la puerta. El nido de Luciana quedaba cerca pero Álvaro la llevaba en auto por dos razones: le gustaba mucho manejar y a Luciana le gustaba mucho ir en auto.
Al llegar Álvaro noto que ningún padre se encargaba de llevar a su hijo; solo llegaban niños de la mano de las empleadas del hogar vestidas con sus mandiles blancos. Él nunca quiso contratar una después que su esposa se fuese, no por tacaño o desconfianza, porque él quería pasar la mayor parte del tiempo posible al lado de Luciana. Pensaba que de contratar una empleada del hogar perdería el contacto con su hija.
-Soy la única niña que viene con su Papá al nido, gracias papi –dijo la pequeña pero certera niña mientras cerraba la puerta del auto- te quiero mucho, me vienes a recoger.
-Yo también te quiero Luciana.
jueves, 1 de octubre de 2009
"Con Su Vestido a Cuadrillé" (Segunda Parte)
Papi, papi levántate, tengo que ir al nido –dijo Luciana interrumpiendo el sueño de su padre- ¿has dormido aquí? ¡Papi eso no te hace bien! ¡Pudiste haberte resfriado! Y si tú te vas yo no sé lo que haría. Te quiero mucho –agrego Luciana abrazando a Álvaro y dejando escapar una lágrima que se deslizó por su mejilla hasta perderse en el vacio llegando solo a escucharse el sonido de su eclosión al golpear el suelo- nunca me dejes.
Álvaro estaba orgulloso de su niña y la abrazó con mucha ternura, su corazón latía fuertemente calentando su pecho mientras sus ojos trataban de impedir que las lágrimas hablen por si solas.
-¡Mi amor no pienses eso! Yo nunca te dejaría, voy a estar siempre a tu lado aún cuando te avergüences de mí con tus amigos o cuando te vuelvas una jovencita rebelde y espesa; y si te pareces a tu madre lo serás.
-Está bien papi, confío en ti –le respondió Luciana limpiándose la cara con la manga del buzo.
Vamos a la cocina petisa –dijo cargándola y dándole un beso en la mejilla que todavía guardaba la sal de sus lágrimas- ¿Qué te apetece desayunar?
Lo que tú quieras desayunar, ahora soy grande y quiero comer como grande –agrego Luciana mostrando su sonrisa donde los protagonistas eran sus prominentes dientes (y la falta de uno de ellos)- ¿Qué vas a desayunar tú?
Yo voy a desayunar, déjame ver, jugo de papaya; leche con nesquick; tostadas y huevos revueltos –dijo Álvaro sabiendo que aunque a él nunca le gusto el nesquick, gusto que su hija había heredado, esa era la única forma en la que su pequeña hija tomaría un buen desayuno- ¿tu quieres lo mismo verdad?
No puedo –dijo sonriendo y señalando un espacio donde debería de encontrarse un diente- se me salió un diente.
Entonces en vez de tostadas pan del día, anda a la puerta y trae el pan –agregó mientras indicaba con un gesto la puerta.
Álvaro se puso el mantel, puso el pan de molde en la tostadora, sacó una sartén y se puso a preparar los huevos revueltos. Mientras tanto Luciana ponía la mesa y el pan fresco en la panera. Luego Luciana se sentó y se dedicó a mirar a su padre con admiración.
-Ayer soñé con mi mami.
-Yo también soñé con ella.
-No recuerdo su rostro, al menos no cuando quiero hacerlo, pero en mis sueños puedo verla y hablar con ella.
-Eras muy pequeña mi vida, pero hay muchas fotos de ella, las hemos visto miles de veces.
-Lo sé, lo sé pero igual no puedo recordarlo aunque acabe de ver las fotos. No sé qué me pasa papi.
-No te pasa nada, es solo que aun eres muy pequeña y tu memoria no está muy desarrollada.
-¡Eso no es cierto ya! Soy grande, además yo siempre que pienso en ti te recuerdo perfectamente. No creas que me olvidé que me estabas contando de mi mami y como se conocieron.
Luciana era una niña muy astuta, había aprendido a leer a los cuatro años y le encantaba que su padre le leyera el periódico. Es por eso que Luciana conocía palabras que adultos nunca habían escuchado; además de ser muy inteligente y muy culta para su edad. En el nido la maestra le había recomendado a Álvaro que la lleve al colegio, pero Álvaro prefería que ella vaya a primer grado con niños de su edad. Aunque ciertamente él se sentía aterrado al pensar que su hija iría al colegio tan pronto, era muy sobreprotector pero sabía controlarlo; el carácter de su esposa lo volvió un hombre prudente.
¿Dónde me quede? –pregunto pese a recordar perfectamente donde se había quedado- pásame un plato hondo para servir.
¡Toma! Te quedaste en que ustedes conversaron mucho, se querían mucho y se volvieron enamorados –dijo Luciana haciendo lustre de su espléndida memoria. Mientras que su padre servía los huevos revueltos.
¡Ah! Cierto. Aunque no lo creas tu padre era todo un galán y habían muchas otras chicas a las que les gustaba –dijo soltando una risa culpable, él sabía que exageraba un poco, o mucho- pero eso no cambió que tu madre terminaría conmigo a los pocos días- Luciana, mi vida, anda preparando tu leche y mi leche mientras yo corto la papaya.
¿Cuántos días papi? –preguntó Luciana mostrándose compasiva mientras vertía la leche en dos jarros, les ponía azúcar y nesquick.
Solo tres hijita, pero en esos tres días yo llegue a querer a tu madre como a ninguna otra chica. Y creo que pude haber luchado por ella y haberla recuperado; pero por orgullo y pedantería no lo hice. Pasamos mucho tiempo sin hablar y yo conocí a una chica, pero no fue tan influyente en mi vida como lo fue tu madre.
Pese a no ser amigos, ni a hablar con tu madre, yo siempre estaba al tanto de que esté bien, de que sea feliz. Algunas veces veía sus fotos con tu tía Paula y se me escapaba un suspiro –agregó Álvaro sonrojándose frente a su hija al mismo tiempo que agregaba el agua y la papaya a la licuadora.
-El sonido de la licuadora creó un “vacio sordo” en el que Álvaro aprovecho para prepararle un pan a su hija, pese a lo lista que era aún no había aprendido a cortar el pan. Puso el pan de su hija en un plato y se sirvió una tostada con mantequilla en la base (que se derritió rápidamente) y huevo sobre ella-
-Ay papi apágala –gritó Luciana tapándose los oídos- no te escucho bien papi.
-Ya amor –respondió Álvaro mientras servía el jugo en dos vasos y los llevaba a la mesa- tómatelo todo, rapidito.
-¡Ya está! Ahora sigue contándome.
De pronto el día de mi cumpleaños tu mami me saludó con mucho énfasis y durante esos minutos todos los sentimientos por ella, que nunca se fueron, revolotearon con fuerza dentro mío. Yo tenía enamorada y trate de hacer caso omiso de los gritos de mi corazón.
Álvaro estaba orgulloso de su niña y la abrazó con mucha ternura, su corazón latía fuertemente calentando su pecho mientras sus ojos trataban de impedir que las lágrimas hablen por si solas.
-¡Mi amor no pienses eso! Yo nunca te dejaría, voy a estar siempre a tu lado aún cuando te avergüences de mí con tus amigos o cuando te vuelvas una jovencita rebelde y espesa; y si te pareces a tu madre lo serás.
-Está bien papi, confío en ti –le respondió Luciana limpiándose la cara con la manga del buzo.
Vamos a la cocina petisa –dijo cargándola y dándole un beso en la mejilla que todavía guardaba la sal de sus lágrimas- ¿Qué te apetece desayunar?
Lo que tú quieras desayunar, ahora soy grande y quiero comer como grande –agrego Luciana mostrando su sonrisa donde los protagonistas eran sus prominentes dientes (y la falta de uno de ellos)- ¿Qué vas a desayunar tú?
Yo voy a desayunar, déjame ver, jugo de papaya; leche con nesquick; tostadas y huevos revueltos –dijo Álvaro sabiendo que aunque a él nunca le gusto el nesquick, gusto que su hija había heredado, esa era la única forma en la que su pequeña hija tomaría un buen desayuno- ¿tu quieres lo mismo verdad?
No puedo –dijo sonriendo y señalando un espacio donde debería de encontrarse un diente- se me salió un diente.
Entonces en vez de tostadas pan del día, anda a la puerta y trae el pan –agregó mientras indicaba con un gesto la puerta.
Álvaro se puso el mantel, puso el pan de molde en la tostadora, sacó una sartén y se puso a preparar los huevos revueltos. Mientras tanto Luciana ponía la mesa y el pan fresco en la panera. Luego Luciana se sentó y se dedicó a mirar a su padre con admiración.
-Ayer soñé con mi mami.
-Yo también soñé con ella.
-No recuerdo su rostro, al menos no cuando quiero hacerlo, pero en mis sueños puedo verla y hablar con ella.
-Eras muy pequeña mi vida, pero hay muchas fotos de ella, las hemos visto miles de veces.
-Lo sé, lo sé pero igual no puedo recordarlo aunque acabe de ver las fotos. No sé qué me pasa papi.
-No te pasa nada, es solo que aun eres muy pequeña y tu memoria no está muy desarrollada.
-¡Eso no es cierto ya! Soy grande, además yo siempre que pienso en ti te recuerdo perfectamente. No creas que me olvidé que me estabas contando de mi mami y como se conocieron.
Luciana era una niña muy astuta, había aprendido a leer a los cuatro años y le encantaba que su padre le leyera el periódico. Es por eso que Luciana conocía palabras que adultos nunca habían escuchado; además de ser muy inteligente y muy culta para su edad. En el nido la maestra le había recomendado a Álvaro que la lleve al colegio, pero Álvaro prefería que ella vaya a primer grado con niños de su edad. Aunque ciertamente él se sentía aterrado al pensar que su hija iría al colegio tan pronto, era muy sobreprotector pero sabía controlarlo; el carácter de su esposa lo volvió un hombre prudente.
¿Dónde me quede? –pregunto pese a recordar perfectamente donde se había quedado- pásame un plato hondo para servir.
¡Toma! Te quedaste en que ustedes conversaron mucho, se querían mucho y se volvieron enamorados –dijo Luciana haciendo lustre de su espléndida memoria. Mientras que su padre servía los huevos revueltos.
¡Ah! Cierto. Aunque no lo creas tu padre era todo un galán y habían muchas otras chicas a las que les gustaba –dijo soltando una risa culpable, él sabía que exageraba un poco, o mucho- pero eso no cambió que tu madre terminaría conmigo a los pocos días- Luciana, mi vida, anda preparando tu leche y mi leche mientras yo corto la papaya.
¿Cuántos días papi? –preguntó Luciana mostrándose compasiva mientras vertía la leche en dos jarros, les ponía azúcar y nesquick.
Solo tres hijita, pero en esos tres días yo llegue a querer a tu madre como a ninguna otra chica. Y creo que pude haber luchado por ella y haberla recuperado; pero por orgullo y pedantería no lo hice. Pasamos mucho tiempo sin hablar y yo conocí a una chica, pero no fue tan influyente en mi vida como lo fue tu madre.
Pese a no ser amigos, ni a hablar con tu madre, yo siempre estaba al tanto de que esté bien, de que sea feliz. Algunas veces veía sus fotos con tu tía Paula y se me escapaba un suspiro –agregó Álvaro sonrojándose frente a su hija al mismo tiempo que agregaba el agua y la papaya a la licuadora.
-El sonido de la licuadora creó un “vacio sordo” en el que Álvaro aprovecho para prepararle un pan a su hija, pese a lo lista que era aún no había aprendido a cortar el pan. Puso el pan de su hija en un plato y se sirvió una tostada con mantequilla en la base (que se derritió rápidamente) y huevo sobre ella-
-Ay papi apágala –gritó Luciana tapándose los oídos- no te escucho bien papi.
-Ya amor –respondió Álvaro mientras servía el jugo en dos vasos y los llevaba a la mesa- tómatelo todo, rapidito.
-¡Ya está! Ahora sigue contándome.
De pronto el día de mi cumpleaños tu mami me saludó con mucho énfasis y durante esos minutos todos los sentimientos por ella, que nunca se fueron, revolotearon con fuerza dentro mío. Yo tenía enamorada y trate de hacer caso omiso de los gritos de mi corazón.